El Real Alcázar de Sevilla es el palacio de los reyes en la ciudad, es la residencia oficial de los reyes de España en el sur de la península ibérica. Es uno de los palacios en uso más antiguo del mundo, lo que significa que ha estado ocupado por emires, califas, reyes… durante siglos. Y todavía sigue estando en activo.
Se encuentra situado en uno de los puntos de nacimiento de la ciudad de Sevilla, la antigua Ispal, la ciudad de palos. Y es que el poblado de hace unos 2.900 años se levantaba sobre un pequeño promontorio rodeado del agua del lago Ligustinus. Un estuario ya desaparecido, en donde los fenicios o Tartessos decidieron construir su base comercial.
Es en el propio patio de Banderas donde se han encontrado a 6 metros de profundidad restos de casas circulares del SX a. de C., e incluso un trozo de una vasija coloreada con almagra que dataría de hace unos 7.000 años. Claro que este último vestigio no garantiza que perteneciera a algún asentamiento neolítico en la zona, sino que probablemente se cayera al ser trasladado desde otro asentamiento más lejano.
Es por ello que tomamos como punto de partida de la creación de lo que hoy es Sevilla el comienzo del primer milenio a. de C., en plena Edad del Hierro, con esta serie de hogares redondos donde probablemente se preparaban alimentos. Hogares quizás tartésicos, ya que los fenicios acostumbraban a fabricar cabañas rectangulares con esquinas de 90º, en lugar de circulares.
Durante la ocupación romana, en la era Republicana del SI a. de C., en el Patio de Banderas se pueden encontrar restos de lo que probablemente fue un centro comercial o de negocios de la época, cercano al puerto de la ciudad que no estaría lejos. Y frente al apeadero del Real Alcázar se encontró restos de un gran edificio porticado romano, quizás un templo dedicado a Isis, protectora de los barcos y navegación.
Este urbanismo republicano perduró casi 600 años, hasta el 450 d. de C., cuando con la adopción del cristianismo se decidió reorganizar la zona, construyendo un gran templo cristiano, que abarcaba más allá del propio Patio de Banderas, probablemente construido en tiempos visigodos.
Y es que es sobre esta época cuando el pueblo visigodo se instala en la ciudad, terminando con dos siglos de guerras que habían asolado la Hispalis romana y destruido la zona comercial y portuaria del Patio de Banderas. En la época visigoda la zona del Real Alcázar quedó extramuros, ya que la ciudad perdió población.
Finalmente en el año 711 las tropas musulmanas toman la península, instalándose años más tardes en la Hispalis romana, a partir de entonces conocida como Isbiliya. Es el omeya Abd Al Rahman III el que se independiza en el 929 de Bagdad, estableciendo el Califato de Córdoba.
Y es este califa el que según los historiadores comienza a construir lo que fue el germen del actual Alcázar. No se han encontrado sin embargo restos físicos del palacio, pero sí datos históricos que nos hace pensar así.
Con la caída en el 1031 del Califato cordobés, surgen los reinos de Taifa, entre los que se destaca del de Isbiliya. La familia de los Abbad, y en particular el rey guerrero Al Mutadid, extendieron las fronteras de la ciudad desde Murcia hasta el Algarve.
Y es durante su mandato o el de su hijo Al Mutamid cuando comienza a construirse un nuevo Alcázar, el de la Bendición, del que sí hay restos arqueológicos en las casas 7 y 8 del Patio de Banderas con columnas y arcos de herradura con restos incluso de policromía.
Con la llegada de los almorávides, y más tarde los almohades, monjes guerreros de la recién fundad Marrakech, Isbiliya conoce una nueva etapa de esplendor, sobre todo bajo el califa Abu Yaqub Yusuf desde el 1163 en la que se construye la Mezquita Mayor llamada la Sagrada, la Giralda, la Torre de la Plata y la Torre del Oro. Así como la restauración del acueducto romano de los Caños de Carmona. Y el califa construye un nuevo Alcázar del que todavía se contemplan los Patios del Yeso y del Crucero.
Finalmente el 23 de noviembre de 1248 el rey Fernando III de Castilla y León, toma la ciudad, expulsando a sus moradores islámicos que huyen hacia Jerez, Ceuta y Granada. El rey se instala en el Alcázar, donde cuatro años después fallecería, dando comienzo a una nueva era.